domingo, 4 de agosto de 2024

EL RELOJ FLORAL DE SAN ISIDRO: LA VISION DE UN HOMBRE

Inspirado en una postal de la ciudad de Edimburgo, fue construido en 1913 por José Testorelli, joyero y relojero, con piezas traídas desde Alemania.

El proyecto para la instalación de esta imponente pieza de relojería había comenzado algunos meses antes, cuando el entonces intendente sanisidrense Adrián Béccar Varela, quedó maravillado con una postal que había recibido desde la capital escocesa con la imagen de un reloj de estas características.

“Era la época de oro de la Argentina, de una arquitectura imponente, donde se realizaron obras como el subte en Buenos Aires y cuando se buscaba lo lujoso. Cuando el intendente de San Isidro recibió esa postal de la capital de Escocia con la imagen del reloj floral en una plaza, pensó en replicarlo acá. Como los recursos no escaseaban, le pidió al relojero del pueblo que era mi bisabuelo si se podía hacer”, cuenta Miriam Testorelli, cuarta generación de un negocio que ya tiene 137 años.

Fue entonces que José Testorelli se hizo cargo del desafío que representaba la construcción, labor que hizo ad honórem. “Mi bisabuelo, junto a su hijo, que era un adolescente en ese entonces, se encargó del trabajo mientras que las piezas fueron compradas por el municipio en el exterior. Algo que me llena de asombro es cómo sin internet, sin correo electrónico, se pidió la batería de piezas que se necesitaban”, señala. Todo llegó desde Alemania en barco y desde el puerto de Buenos Aires a San Isidro, en tren. Y luego en carreta hasta la plaza frente a la Catedral, cuya construcción había finalizado unos años antes, en 1906.

“El ensamblado de semejante máquina les llevó tiempo y su puesta en marcha fue motivo de fiesta para el pueblo”, cuenta Miriam. Sin embargo, aclara que, al ser un sistema mecánico y pesado, necesitaba mucho mantenimiento por el roce continuo de las piezas.

La bisnieta de José Testorelli sostiene que esta obra fue encargada a su bisabuelo por ser el único relojero y joyero en San Isidro a principios de siglo XX. Este había llegado al país en 1887, desde el el Cantón del Tesino, en Suiza, del pueblo de Morcote. “Instaló su local, primero en la calle 25 de Mayo, frente a la antigua Municipalidad, luego se trasladó a la vuelta sobre 9 de julio al 400 que es donde aún estamos”.