Creció rodeada de joyas y piedras preciosas. Aprendió a reconocer la belleza de las gemas y a valorar el poder de la perdurabilidad: de una pieza, de un vínculo, de una marca. Miriam es miembro de la cuarta generación de la familia Testorelli y, junto con su hermano Fabián, está al frente del negocio que fundó su bisabuelo hace 134 años y que hoy cuenta tanto con talleres propios como con seis locales.
José Testorelli llegó a la Argentina en 1887. Oriundo de Morcote, una comuna del cantón del Tesino, trajo de Suiza un importante patrimonio que lo llevó a instalarse en la aristocrática zona bonaerense de San Isidro. Contaba con vastos saberes, no sólo en relojería y joyería, sino que tenía conocimientos expertos de todo lo que fueran oficios de precisión: óptica, armas. Lo suyo eran las disciplinas de la exactitud.
Su hijo José fue su principal discípulo, el compañero del proyecto que les otorgaría un indiscutido prestigio a nivel nacional. Ocurrió en 1913, cuando el Dr. Adrián Beccar Varela convocó a los Testorelli para la construcción de un reloj floral para la Plaza Mitre. Quien era, por entonces, intendente de San Isidro había visto una postal de Edimburgo que le implantó la ambición de tener una réplica idéntica en su distrito. Fue un capricho a la medida de las épocas de oro.
“Mi bisabuelo y mi abuelo se pusieron a trabajar con mucha rigurosidad, utilizaron piezas importadas de Alemania; lo hicieron totalmente ad honorem”, aclara Miriam.
El 31 de diciembre de 1913 a las doce en punto se puso en marcha el reloj con una gran fiesta de vecinos y autoridades. Los Testorelli se hicieron famosos y afianzaron la reputación profesional que ya tenían.
Una muerte antes de tiempo
Pero no todas fueron alegrías. Norberto Testorelli se convirtió prematuramente, en 1945, en el responsable de la tercera generación: “Mi padre fue hijo único y a los 16 años falleció su papá -explica Miriam-. En el Colegio Marín, donde iba, le hicieron un plan para que pudiera terminar los estudios y atender el negocio, ya que era la única fuente de ingreso de la familia. Así salieron adelante”. Juntos, él y su madre: Alice John Margarite Serrure quien era hija de un diplomático belga y de la inglesa Anne Hart.
Testorelli desde entonces es sinónimo de lujo, de relojería de alta gama.
Norberto se enamoró de una de sus clientas, Susana Abriata. Se casó, formaron una familia, tuvieron tres hijos: Fabián, Gladys y Miriam. “Mi madre se fogueó junto a mi padre -sigue Miriam-. Nosotros nacimos y nos criamos entre el sonido de los carillones, los cucús y los colores de las gemas. Vivíamos en el taller, que estaba detrás del local comercial con atención al cliente”, cuenta Miriam, quien es la actual vicepresidenta de la compañía.
-¿Siempre pensaste en dedicarte a la empresa familiar?
-No siempre. Yo me formé como periodista y escribí artículos para revistas de joyería. Me encanta ver cómo la historia fue impactando en las joyas. Por ejemplo: el platino se descubre mucho más tarde que el oro y que la plata, al final del siglo XVIII, y después desaparece porque empieza la Segunda Guerra Mundial y se utilizaba para armamentos. Toda la joyería de los años 40 aplica en distintos colores de oro pero no existe el platino como en la Belle Epoque. Entender esos procesos, comunicarlos, siempre me interesó. Sin embargo, abracé desde el principio la empresa familiar, tuve vocación de acompañar a mis padres. Ellos nos dieron mucha libertad para poder hacer lo que quisiéramos. Somos tres hermanos y solo con uno nos dedicamos a la empresa. Mis padres eran conservadores, pero nos dejaron hacer nuestro camino. Fabián, justamente, siempre fue lo contrario a ellos.
-¿En qué sentido?
-Él es muy jugado; en plena crisis, por ahí es de arriesgar y abrir locales. Y de pronto muestra que tenía razón. Nuestros padres pudieron ser dóciles a darnos voz y voto y nosotros aprendimos a hacer las cosas en conjunto, tratando siempre de preservar el vínculo familiar. Conformamos un buen equipo.
-¿Tus hijos son quienes tomaron el legado?
-Tengo cinco hijos, tres de ellos trabajan en la empresa: Blas está en Marketing, mi hijo mayor -Ignacio- está en la distribuidora y el menor -Joaquín- es la mano derecha de su tío Fabián. Mi hija Milagros, nada que ver, ella es ingeniera mecánica y trabaja en Ford. Y Juan es periodista deportivo, trabaja en catering.
-¿El linaje femenino termina con vos?
-Bueno, veremos si alguna nuera sigue la línea.
-¿Qué rol cumplieron las mujeres de la familia?
-Las mujeres fueron un bastión importantísimo de Testorelli. Mi abuela, que enviudó joven y quedó junto a mi padre adolescente a cargo del negocio, hizo mucho por la empresa familiar. Sacamos un anillo “Alice” en honor a ella, es de estilo Art Decó. Mi madre también aportó muchísimo. Los hombres siempre estuvieron más abocados a la parte técnica y de relojería mientras que las mujeres, a las joyas.
-Continuás esa tradición, ¿de dónde viene tu pasión por las gemas?
-Se dio natural e inevitablemente. Crecí entre gemas. Y al estar frente a ellas, ante la belleza que tienen, es imposible que no te conmuevan, que no te pase algo. El día que mi padre me puso un diamante junto a un brillante de menor calidad la diferencia fue evidente. Después, al aprender -de lo que me transmitía mi madre, hacer cursos, estudiar, escuchar con atención el saber de nuestros proveedores, escribir sobre el tema-, más tarde al abrir locales o cuando tuve que enseñar lo que sabía: diseñar los planes de capacitación fue lo que le dio solidez a mis conocimientos y lo que alimentó todavía más mi pasión por las gemas
-¿Cuál es la principal riqueza que ves al mirar una piedra preciosa?
-Lo primero que valoro al apreciar una gema, sea cual fuere su naturaleza, es que es el ADN de la Tierra. Pensar que ese material se formó hace millones de años, ya me moviliza de una manera especial. Así como está desde hace millones de años, va a seguir por miles más, nada va a alterar su belleza que es la apariencia pero no sólo eso, es el hecho de contener en sí misma, en su interior, el historial de la Madre Tierra. Es muy potente.
-¿En qué se diferencian estas naturalezas que mencionás?
-Bueno, esencialmente tiene que ver la procedencia, porque se llama gema orgánica no sólo a lo que proviene del mundo mineral, no sólo a las piedras. Una perla perteneció al reino animal, un coral proviene del reino vegetal, como el ámbar y el azabache. También el marfil y el carey, que ya no se usan más, vienen de animales -elefantes y tortugas, respectivamente-. Todos estos materiales se consideran con valor de gema orgánica; son naturalezas distintas y se utilizan en la joyería. El Art Noveau, principalmente, fue un movimiento tan disruptivo que introdujo materiales innovadores.
-Hay quienes le asignan a las piedras poderes energéticos.
-Sí. En la historia de la Humanidad siempre los cristales se usaron para fines mágicos, de alquimia. La gemoterapia, la cristalografía han estudiado estos efectos. Para mí, solo el necio desafía lo desconocido. Si te dicen que una piedra puede ayudarte, ¿por qué no probar? ¿por qué negarlo? Cada cristal tiene su energía tiene una escala vibracional distinta y entra en frecuencia con la escala personal. En un collar, sobre el plexo solar, lo vas a sentir.
-¿Cómo se establece el precio de una gema?
-Por escasez y rareza. El diamante rojo es el más caro de todos, hay en Rusia pero es muy difícil encontrarlo es raro y escaso.
-¿La transparencia es un valor preponderante?
-No siempre. Hay saturaciones que justamente añaden valor a una pieza. Acá (muestra un espectacular engarce con una piedra color caramelo) las agujas de rutilo que se entrecruzan le dan un efecto espectacular. Son los metales que quedaron atrapados en el cristal al momento de ebullición. Es una foto de ese instante de génesis en el que se solidifica el material, estos hilos le dan muchísimo valor a la piedra porque le otorgan belleza.
-Las abuelas solían hablar de “los jardines de las esmeraldas”.
-Es el efecto que producen las inclusiones que tienen las esmeraldas. Las hay de tres tipos: sólidas, gaseosas y líquidas. Se dan unas dentro de otras, atrapadas, eso es lo que conformaría el jardín de las esmeraldas.
Un negocio precioso
-¿Cómo está la industria de la joyería en Argentina?
-La joya siempre tiene vigencia. Pasa que la situación económica del país no ayuda a que una entrega de Martín Fierro por ejemplo tenga la misma jerarquía en joyas de lo que se ve en la red carpet de un festival de Cannes o una entrega de Oscars. Pero es un aspiracional que no pasa de moda.
-Hablando de moda: al ser algo tan duradero, ¿hay tendencias temporales?
- ¡Las hay! Los diseñadores siempre buscan lo disruptivo. La línea clásica permanece intacta, pero de una combinación inusual de colores y gemas surge una tendencia. Bvlgari hace mucho eso, arma mezclas que eran impensadas: peridoto con amatistas, por ejemplo, y eso le da identidad, vuelve muy reconocible el estilo de la marca. Las técnicas que utiliza también. A mí me gusta mucho Bvlgari.
-¿Qué se usa hoy?
-Se está usando el oro rosado, que queda muy bien en la piel y que no lleva rodio. Las tendencias también muestran una disruptiva en engarces: se tiende al engarce geométrico, en vez de redondo. En piedras redondas un engarce tipo de baguette y combinación de ambos cortes. Hay algo de la morfología de las joyas que están avanzando sobre el cuerpo: aros que trepan y cubren toda la oreja, anillos para la segunda falange del dedo… eso se está usando mucho. También, la brillantería y los zafiros de colores.
-Cada vez más varones usan joyas.
-Sí, los hombres están incorporando mucho diamantería principalmente.
-¿Cómo impactó la pandemia en el negocio?
-Muchísimo, porque cerraron los shoppings. Pero a la par, aumentó mucho la compra a distancia. Nosotros hacemos entregas a todo el país y nuestro equipo tenía muy aceitado el mobile marketing.
- ¿Se compran piezas tan costosas por Whatsapp?
-Es que cuando comprás a una joyería que tiene 134 años hay confianza suficiente como para hacer una operación de esta magnitud a través del celular. Y durante el tiempo en que las tiendas estuvieron cerradas, también ocurrió que muchos de nuestros clientes, al no poder viajar, invirtieron en joyas como bien de resguardo. Es una forma de cuidar el dinero: un buen reloj o buena joya.
-¿Las joyas siempre son una buena inversión financiera?
-Sí, siempre fueron y lo seguirán siendo. Porque así lo dejes en una caja de seguridad y no lo uses, la joya mantiene su valor y no te genera gastos. Y si vos tuvieras que dejar el país por alguna razón, por ejemplo, que no podés sacar más de un tope de dinero, te llevas las joyas que quieras porque no hay límite. Después las convertís en dinero afuera. Fijate los gitanos que son nómades y llenan de oro a sus mujeres.
-También tienen un alto valor simbólico.
-Sí. Son piezas de valor emotivo fuerte, hay joyas que han acompañado por generaciones a una familia o han coincidido con celebraciones memorables. Es un elemento de valor inalterable en el tiempo.
-¿Requiere mantenimiento una joya?
- Es conveniente realizar algún tipo de limpieza, porque pueden engrasarse. A menudo, se tienen que restaurar engarces y hay que controlar cada tanto si las piedras permanecen sanas, porque a veces se parten en el uso, por chocarlas contra algo. Y, en algunas oportunidades, es necesario hacer un pulido para recobrar el color y el brillo. Depende también de los materiales. Un ejemplo: el oro blanco, que se usa mucho ahora en las joyas libres de níquel, no es cien por ciento blanco; hay que hacer cada tanto un baño de rodio para recuperar la blancura.
El valor emocional de las joyas
-La reconversión de una joya en otra, ¿es algo habitual?
-Sí. Hay historias muy lindas. En agosto pasado, nos trajeron una pulsera con monedas y un collar de perlas que dejó a una abuela para repartir entre las mujeres de su familia. Hicimos nueve anillos todos iguales. Tuvimos que diseñar un modelo que pudiera usar los dos orificios de cada perla ya que venían de collar. Fue muy emotivo todo el proceso. Las denominamos las Nueve Reinas.
-Traspasan de mujer en mujer las joyas de las familias…
-Mi mamá siempre decía: “las joyas familiares son para las hijas mujeres, si se las da a una nuera se corre el riesgo de que se separe la pareja y se vaya la joya de la familia”.
-Porque no es bien ganancial.
-Claro, no se reparte: “no regales nada -un diamante o joya importante- a tu nuera que no estés dispuesta a perder”, decía mi mamá. La cantidad de clientes que he visto llorar por eso…
- Con tus nueras, ¿practicás el consejo de tu madre?
-Bueno, no. Mis hijos son de apellido Griep Testorelli, al ser ellos padres debieron decidir si seguían usando el el compuesto o no y la mamá de mis nietos aceptó. Yo le regalé un diamante de 60 puntos en gratitud, porque gracias a su anuencia mi apellido continuó. Mi hijo se separó y yo estoy muy feliz de que ese diamante lo tenga mi ex nuera, porque significa lo que le dio origen. Y eso no cambia. Ella es la madre de la sexta generación Testorelli.
-¿Cuál es la joya con mayor valor sentimental que tenés?
-Hay una pieza que yo diseñé con las alianzas que usamos mi marido y yo durante los 26 años que estuvimos juntos. Él falleció hace once años, con nuestros anillos de boda hice una llave con forma de corazón; lleva nuestras iniciales y los años que estuvimos juntos, además, tiene cinco diamantes que son los hijos que concebimos. Esa llave sí es para mi hija y con la indicación de que luego llegue a manos de una mujer de la siguiente camada familiar, si ella no tiene hijas, a una sobrina… y así. Por ahora tengo solo nietos varones. Veremos.
-¿Y cuál es un diseño emblemático de la marca que tiene mayor valor profesional para vos?
-La idolatrada. Es una réplica del broche de Eva Perón que hicimos para el Bicentenario, es una bandera argentina. Está realizado en oro blanco 18k, tiene topacios azules Sky, citrinos en el sol y diamantes blancos en talla brillante redonda. Fue muy fuerte hacerlo en su momento y lo seguimos haciendo, nos lo piden mucho. Cuando uno tiene la posibilidad de volcar en el metal o en la gema aquello que sentís, emociona. Si además gusta, es una sensación de satisfacción y plenitud muy grande.
-Las ventas de La Idolatrada, ¿varían según el momento político o histórico?
-Sí, es una joya con gran carga emotiva para muchas personas y genera un sentimiento nacional fuerte.
por Carola Birgin (para La Nación)
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