Este sábado 10 la selección Argentina de fútbol logró una hazaña deportiva. Ganar la Copa América en el Maracaná, ante Brasil y luego de 28 años sin consagramientos. Pero, más allá de la celebración deportiva, el hecho tuvo un impacto social en un pueblo vapuleado por la pandemia Covid19. Primero que nada, vapuleado por la tardía reacción del gobierno. Y en segundo lugar, por el comportamiento ciudadano. Que una vez más no estuvo a la altura de las circunstancias. Con el virus circulando de manera descontrolada en todo el país, el soberano eligió salir a expresar su alegría sin barbijo y distanciamiento social. Solo reunirse apretadamente para dar rienda suelta a una alegría que tendrá su impacto pandémico en una semana o diez días. No había necesidad. Solo había que festejar en casa, en familia, gritando y saltando frente a la TV. ¿Cuál será nuestra debilidad de manifestarnos en el obelisco o en cualquier punto neurálgico del país? ¿Alguna vocación oculta de decir "yo estuve ahí"?
Somos Argentina. Lo que implica ser capaces de todo lo bueno y todo lo malo que nos sucede alrededor. Y hoy se dio el colmo. Una pequeña multitud fue a recibir a un micro ploteado que trasladó a los jugadores desde Ezeiza hasta el predio de la AFA. Innecesario. Ir a ver pasar un micro.
En la televisión se escucharon testimonios claro y contundentes como "vine yo solo porque mi hija es paciente de riesgo". ¿Una metáfora? No. Una estupidez.
El Gobierno Nacional y Provincial esperaba la consagración del seleccionado para "mejorar el humor social". Seguramente lo lograron, pero el costo será elevado. Y seguramente vendrán, llegado el momento, las excusas del perfecto manual del inoperante.
La crisis sanitaria, que la ciudadanía parece haber dejado en el olvido, todavía late fuerte. Venimos retrasados en la vacunación, se ha dejado la puerta abierta a las variantes. Aquella que tiene en vilo a Inglaterra, la misma que está haciendo estrago en los jóvenes en España; pero "sabes lo que es festejar en el Obelisco o en el Monumento a la Bandera". "Mamita querida". Esa frase dirán cuando les toque despedir a alguna madre querida. El acto irresponsable de salir en masa a la calle no se puede corregir. Ya está. La Copa nos emborrachó. La resaca será dura. O tal vez, maquillada.
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