Heridas con enrojecimiento, prurito intenso y resequedad en diferentes partes del cuerpo son las principales manifestaciones de esta enfermedad, cuyo primer síntoma es la picazón y, en consecuencia, el niño se pone inquieto.
“Esta enfermedad inflamatoria se caracteriza por la aparición de brotes en lactantes a los tres meses, pero también puede manifestarse en adultos. En los bebés hay que prestar atención a las mejillas y zonas de extensión que es donde suele aparecer el brote colorado”, explicó Roxana Re, médica dermatóloga infantil.
Cuando el niño crece, la ubicación del brote pasa a los pliegues de los codos, detrás de las rodillas y orejas y en el cuello. La patología es crónica y tiene una carga genética que, en el 90 por ciento de los casos, mejora en la adolescencia.
“Los principales cuidados tienen que ver con las medidas de higiene del bebé al momento de bañarlo, hay que saber qué tipo de jabón usar. En el Hospital Materno Infantil atendemos niños con esta patología, les damos tratamiento y seguimiento”, cerró la especialista.
En ese sentido, desde la Sociedad Argentina de Dermatología, puntualizaron que la recomendación más importante se basa en el cuidado de la piel y el control de la piel seca “restableciendo la barrera cutánea a través de la utilización de productos de higiene y emolientes adecuados y específicos para este tipo de pieles para evitar así el rascado, la exacerbación de las lesiones y las sobreinfecciones”.
Por lo tanto, mantener la piel humectada e hidratada con cremas para tal fin es la medida más importante. Todos los compuestos con avena también ayudan; ya que ésta es un antiinflamatorio natural para la piel.
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