Él miraba al cielo buscando una explicación. No quería ver hacia abajo... hacia sus piernas. Sentía un calor abrazador insoportable y un líquido espeso recorriéndolas. Pero seguía mirando al cielo. Pese a estar seriamente herido, se encontraba sereno y era él quien daba las indicaciones a quienes lo auxiliaban para que le hicieran un torniquete. Una de las tres mordidas del tiburón que lo acababa de atacar le había producido un tajo de treinta centímetros que se veía preocupante, pero nunca perdió la calma y hasta se permitió bromear para descomprimir el momento más dramático de su vida.
“Si bien siempre intenté mantenerme positivo, reconozco que primero pensé que perdería mis piernas y luego que no iba a sobrevivir, pero inexplicablemente no me desesperé”. Quien habla desde Margaret River, Australia, es Alejandro Travaglini (37), el argentino que el 15 de abril fue agredido por un tiburón blanco mientras participaba de un torneo de surf: luchó casi cuerpo a cuerpo con el escualo, logrando el milagro de sobrevivir. “Igual no fui Rocky castigando a Apolo como dijeron”, chicanea refiriéndose a diversas crónicas publicadas.
Su serenidad desconcierta. Lo mismo que su relato sobre cuando les avisó a su mujer y a sus hijos sobre la desgracia que puso su vida en jaque. “Una vez hecho el torniquete, me alcanzaron un teléfono y hablé con Tanya -esposa australiana-, y le dije que había tenido un percance, algunos cortes, no quería alarmarla, y le repetí todo lo que la quería”.
-¿No le mencionaste que habías sido atacado por un tiburón?
-Preferí no hacerlo. Le conté que estaba siendo trasladado al hospital de Perth, que fuera para allí tranquila. Cuando corté, y todavía esperaba la ambulancia, pensé íntimamente que no volvería a ver a mi familia.
Son las dos de la mañana en Buenos Aires y once horas más tarde en el país oceánico, donde Alejandro atiende a Clarín. Estuvo internado, apenas una semana y ahora se encuentra recuperándose en su hogar de la playera localidad de Margaret River. “Tuve la suerte de que en la boca del tiburón no hubiera bacterias complejas para los antibióticos”, agradece el hijo de Chiquito Travaglini -ex rugbier de Los Pumas-, que cuenta que todavía le cuesta dormir y que toma pastillas para disminuir el a veces insufrible dolor. “Aunque no quiera me asaltan las imágenes de aquella mañana de domingo. Intento controlar la situación pero la mente, que es poderosa, se obstina en repasar aquellos 45 segundos angustiantes”, confiesa por teléfono.
-En ese repaso involuntario, ¿hay algo en lo que te hayas sorprendido de vos mismo?
-Al día de hoy me sigo sorprendiendo por la calma que mantuve durante el ataque del tiburón, cómo no caí en estado de shock y cómo me concentré para no malgastar energías y proteger mi vida.
-¿Qué recordás del tiburón?
-(Silencio pronunciado) Sus ojos chiquitos... Ese primer plano de terror.
-¿Hubo una lucha cuerpo a cuerpo?
-(Sonríe) Después de la primera mordida sí hubo una pelea que fue cuando el tiburón, a un metro de distancia, sacó su cabeza sobre la superficie y tuvimos un contacto visual. Se acercó para atacarme y le respondí con una serie de obscenidades irrepetibles y logré pegarle con mi tabla en la nariz y en la boca.
-¿Qué obscenidades gritaste?
-Prefiero no repetirlas, eso quedará entre el tiburón y yo.
-¿Y cómo te deshiciste del tiburón?
Sentí un grito de un amigo que estaba surfeando cerca, que me ordenaba que soltara la tabla, de la que me había aferrado como un escudo. Lo hice, se la incrusté adentro de la boca y logré barrenar una ola que me acercó a la orilla. Eso fue lo último que vi del tiburón, que se volvió mar adentro.
-¿Cómo están hoy tus piernas?
-La están peleando. La herida más importante que tengo es en el gemelo izquierdo, donde hay un corte profundo que por suerte no llegó al hueso. Los demás, en los cuádriceps, van cicatrizando bastante rápido.
-¿Cuánto te llevará la recuperación?
-Si hago bien los deberes, calculo que un mínimo de tres meses para empezar a caminar sin muletas, pero no sé si lograré volver a tener la fuerza que tenía antes en las piernas.
-¿Cómo domesticás el ánimo?
-Me cuido, estoy fuerte para recuperarme el tiempo que sea necesario. Es clave el acompañamiento familiar y de los amigos, que son los que estimulan para volver lo antes posible.
-¿Pensás volver al mar, a surfear?
-El mar es mi pasión, es el lugar por el cual vivo hace once años en Australia. No voy a renunciar a mi pasión, a surfear y a disfrutar de las olas, pero no soy un inconsciente, no voy a precipitar nada. Debo ser prudente, pero tengo claro que volveré.
-¿Cómo imaginás el retorno?
-Es un poco prematuro, pero sé que no me sentiré del todo cómodo. Necesitaré de varios encuentros pero sé que nada será como antes. Y todo será más difícil si las autoridades siguen sin hacer nada para mantener alejados a los tiburones de los usuarios de las aguas.
-¿Y si no es el mar?
-Veré como me reinvento. Yo estudié administración hotelera e hice trabajos relacionados a la construcción y a la minería. Si mi cuerpo le cierra las puertas al surf tendré que buscar en esas actividades mi futuro laboral.
(Fuente: Diario Clarín)
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