La vida comienza temprano en los centros médicos. El fin de la guardia y de esos ruidos nocturnos que conspiran contra el sueño profundo dejan paso a las rondas matutinas. Es un día habitual en el Hospital de San Isidro. Las patologías de siempre. Hasta que un familiar de una internada le clava la vista a una doctora menudita, de poco menos de 50 kilos, pelo castaño claro y anteojos de marco grueso. La profesional llega con colegas y con su jefe para repasar el estado de los pacientes. Y cuando se está por ir, la frenan y escucha que le dicen: “A vos te conozco de la tele”. Paula Pareto sonríe enfundada en su ambo y le explica por qué quizás la puede conocer: fue campeona olímpica de judo en Río de Janeiro 2016. Pero hoy no sólo se cumple un año de aquella gesta inolvidable en la Arena Carioca 2 del Parque Olímpico sino también del primer día de la nueva vida de “La Peque”.
“Apenas empecé a hacer la residencia en Traumatología, como estamos todo el tiempo en contacto con la gente, sabía que más de uno se iba a querer sacar fotos conmigo en el hospital. A veces se la saca un paciente a otro y se la mandan por Facebook, je, je -relata Paula-. Nunca me molestó sacarme una foto porque es una alegría para alguien, pero en esta etapa me pone en un aprieto porque muchas veces lo hacen cuando estoy a las corridas con mi jefe y de alguna forma es perder el tiempo. Y eso que mis jefes tienen la mejor predisposición y no pasa nada. Pero a mí me da vergüenza”.
La pregunta se hace evidente para una persona pública que debe desarrollarse en una actividad profesional que ama tanto como la deportiva que la hizo conocida: ¿cómo se maneja el equilibrio en otro ámbito en el que recibe órdenes y debe ser tratada como una más? “Desde un principio planteé en el hospital no tener diferencias en cuanto a faltar demasiado por torneos -explica-. Este sistema está bien y hay que cumplirlo como es, porque es la forma en la que aprendés. Si no voy al hospital, a los que no ayudo y les resto es a mis compañeros. Soy una más y me gusta serlo. Si bien es cansador, es como un mal necesario. En el entrenamiento, siempre odié correr y digo que es un mal necesario. Estoy contenta de estar cansada por estar ahí”.
Su cara lo dice todo. Son las 20 y está arruinada. Literalmente. Hasta hace un mes y medio, cuando concluyó el primer año de esta etapa médica, se pasaba un mínimo de 12 horas diarias en el hospital. Si salía antes de las 20, se entrenaba en el gimnasio y en el tatami del CeNARD. O en uno en otro, depende del horario. El jueves, día libre como doctora, le daba al doble turno. ¿Y el domingo? “Como tengo libre, hago gimnasio para aprovechar el día”, dice como si nada.
“Es un desgaste esperable y ya sabía que iba a pasar -admite-. Es parte de la formación y está bien que termine cansada. Pero el peor año pasó y sumó para la experiencia en el ámbito médico. Ahora arrancaron chicos nuevos y yo pasé a segundo año de la concurrencia”. Ella no hace guardias de 24 horas, por lo que es concurrente y hará un año más que los residentes. “El año que haré de más es por las guardias que haré de menos -explica-. No sé cómo pueden hacer eso mis compañeros. Los admiro”.
La humildad de la atleta es la misma que la que se palpa con el ambo puesto. Un día después de consagrarse en Río de Janeiro sabía que se venía el momento de la medicina. “Tenía que empezar enseguida para no perder tiempo, se me presentaron varias opciones y elegí el Hospital de San Isidro porque ahí hice mi formación práctica, sé cómo se manejan y queda relativamente cerca de mi casa”, desgrana desde el recuerdo.
Cualquiera que se pregunte cómo hace una deportista de alto rendimiento, campeona de toda clase de torneo en el que compitió, quizás se olvide de que solía ir de su casa de San Fernando a entrenarse a La Plata, previa parada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires para cursar y llevarse apuntes en el micro. ¿Qué hará cuando se le acabe este ritmo infernal entre San Isidro y el CeNARD? “Buscaré algo para hacer, es más que obvio (risas). Claramente no soy una persona que pueda estar quieta -confiesa-. Si estás en Medicina, siempre tenés que actualizarte y moverte. O podés elegir ponerte un consultorio y estar más tranquila. Bienvenido sea que en el futuro pueda ayudar al judo en lo físico, médico o educativo. Son mis pasiones”.
Entrar al quirófano la atrapa como juguete nuevo. Y ha visto de todo en este año. “Nunca te terminás de sorprender. Siempre aparece algo diferente”, avisa. Y cuenta un par de casos. “Un día llegó una señora con una reja clavada en una mano porque se había patinado en la calle y se había caído encima. No le había agarrado una arteria, pero había que sacársela muy sutilmente”. El otro caso parece salido de una serie. “Otro día vino un señor con una venda con sangre en una mano. Estábamos atendiéndolo cuando a los 20 minutos llegó alguien desde la calle. ‘Tomen, esto es de él’, nos dijo. Nos dio una bolsita y adentro estaba el dedo que le faltaba”.
-Más allá de este cambio de vida, ¿sos consciente de que cualquier argentino te puede nombrar entre los mejores cinco deportistas?
-Sí, pero igual cuando participé en “Charlas de Valor”, en la Usina del Arte, el de la puerta me preguntó: “¿Vos sos la campeona de taekwondo?”. Y ojo que también me han dicho que hago boxeo y karate, eh. (risas)
Pasó un año en el que la campeona olímpica le cedió el terreno a la médica. Se llama Paula Pareto, es la atleta argentina del siglo y pacientes no le van a faltar.
"Ya gané mucho más de lo que pensaba ganar”
-¿Cómo te sienta competir con el parche dorado reservado a los campeones olímpicos?
-¡Naaahhh! Es lo mismo que antes.
-¿Es lo mismo que antes?
-Soy la misma persona con un parche dorado, rojo, azul o violeta. Las rivales son las mismas y te salen a luchar igual. Todos los torneos son nuevos. El parche lo tendré estos cuatro años porque en un torneo tuve un complejo de cosas que me hicieron ser la que mejor luchó o más suerte tuvo. Ya está.
Así define Paula Pareto ser la admirada por los demás. El tiempo cura, permite reflexionar, baja un cambio y para la pelota. ¿Le cayó la ficha de lo que implica realmente ese parche dorado? “Me cae cada vez que veo los videos de Río y me emociono. Me sigue pareciendo increíble -confiesa-. Si bien podía estar en mis opciones, era la más difícil. Y es increíble porque recordás el contexto y nunca pensás que puede ser real. Si lo hubiera planificado de esa forma, con mi familia y mis amigos en el estadio, no lo habría planeado mejor de lo que fue”.
Como fue a fondo con su carrera en la medicina y los torneos aún no suman puntos para el ranking olímpico, pudo elegir dónde competir. Así fue como en marzo estuvo en el Abierto de Lima y en abril, en el Panamericano de Panamá. Ganó ambos, para variar. “Me sorprendió el resultado. Me fue mucho mejor de lo que esperaba. La clave es mucho trabajo mental, más allá del entrenamiento -argumenta la campeona-. No me parece haber luchado bien pero sí mejor que mis rivales en esos torneos. Lo claro es que no estoy más entrenada que ellas. Al otro día de competir, decía: 'Luché re mal'. Y Laura (Martinel, su entrenadora) me contestaba: 'Está bien. Si estás al 25 o 30 por ciento de tu entrenamiento, ¿qué pretendés?'. Tiene razón. Me fui contenta, asombrada y reafirmando el entrenamiento mental que no para nunca”.
-¿En qué sentís que el oro cambió tu relación con el ambiente?
-En mucho. En el ámbito deportivo como no deportivo, fuera y dentro del país. El cariño está en todas partes. En el Panamericano de Panamá me felicitaban por los Juegos, más allá del tiempo que había pasado. La señora que me fue a buscar me dijo: “Mi hija hace judo y sos su ídola”. En el hotel me regalaron un presente. Eso sí cambió la medalla olímpica.
Ganó todo lo que pusieron delante: desde Campeonatos Argentinos, Sudamericanos y Panamericanos hasta un Mundial y oros en los Juegos Panamericanos y Olímpicos. ¿Cómo reforzar la motivación en una campeona absoluta? ¿Qué le queda por delante? “Todos los torneos son diferentes y seguiré entrenándome para el que venga. Un amigo que me preguntó: '¿Y si no ganás nunca más nada?'. No me importa. Ya gané mucho más de lo que pensaba ganar. Yo voy a los torneos a hacer lo mejor posible hasta que termine de competir.
-¿Y Tokio 2020?
-No pienso en Tokio, como tampoco pensé en Beijing, en Londres o en Río. La cabeza no me va a cambiar, porque sólo pienso en mejorar de hoy para mañana. Y lo que motiva que esto me gusta.
(Fuente: Clarin)
No hay comentarios:
Publicar un comentario