Pero ¿es esto normal? O peor, ¿nos estamos acostumbrando?
¿Qué es lo que está pasando? No lo sabemos. Pero si sabemos que Argentina está en estado de descomposición desde hace mucho. Una década despilfarrada (la del 90) que se encargó de frivolizar todo lo que le hacía bien a un país. Un tiro de gracia a la educación. Le siguió el endeble De la Rúa. Que no supo, no quiso. Y se fue.
Y como si estuviéramos adormecidos elegimos a los peores actores para que montaran el peor de los escenarios: el Kirchnerismo. En sus versiones: masculina y femenina. Ahí se profundizó la descomposición del tejido social. Se desnaturalizó el cumplimiento de la ley. Se mitificó un contexto añejo como si fuera un peligro latente. La década del 70 había quedado atrás, muy atrás. El irresponsable descontrol fronterizo. Y comenzaron las prebendas. Un plan por acá, otro por allá. Negocios para vos, negocios para mí. Mientras el tejido social se iba al demonio. La provincia de Buenos Aires era un escenario caótico, sin estrategia social que no fuera mas que maquillaje color naranja. El final era anunciado. Se fueron casi todos. Echados a votos en las urnas. Pero, ¿ganó una opción superadora? No lo sabemos aún. Falta para el 2019.
Si se puede observar que el macrismo muestra luz y sombras. Muestra la gestión de María Eugenia Vidal y la silenciosa tarea de Carolina Stanley en la ardua tarea de contener (y más adelante comenzar la recomposición del tejido social). Esas son las luces de la gestión. Por el lado de las sombras se mezclan oficialistas y opositores. De un lado, Marcos Peña pretendiendo ubicarse como el que maneja las cartas del mazo. Una actitud que solo generará rechazo hacia su figura en el futuro. Una UCR (partido más que centenario) que mira los eventos por la ventana. Del otro lado, una Cristina que sueña con volver. Un sueño que se asemeja a una pesadilla. Sí, volver. O bien, cualquiera de sus figuras aunque hoy estén ocasionalmente enfrentados. Y para colmo, un presidente demacrado y timorato de tomar el toro por las astas. Encerrado en un "PRO puro". Sin conexión con la realidad del segundo, tercer cordón del conurbano donde en cada esquina hay un incendio. Esta combinación de las sombras políticas exponen un escenario muy peligroso. El no cumplimiento de la ley, la asombrosa proliferación del narcotráfico, los femicidios que se repiten una y otra vez. Y los asesinatos de gente inocente. De esos que no tienen nada que ver. Encima una sistema judicial de puerta giratoria. Más interesada en defender el corporativismo que al ciudadano. Todo huele feo. Todo huele mal. Ni nos hemos extendido fronteras afuera de la provincia de Buenos Aires. Estamos demasiado espantados. Tristes. Hay peleas en las escuelas, hay peleas en las calles, hay peleas en el fútbol, solo hay peleas. Nos hemos convertido en un país sin paz. Pero muchos, muchísimo necesitamos y queremos creer. Por eso nos preguntamos: ¿Argentina es un país? o ¿Argentina es una tierra ocupada?. Uds tienen la respuesta.
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