El clima de calor intenso del pasado sábado, facilitó aún más el viaje a tierras Orientales, propuesto por la Compañía de Danza Mujerías. Su propuesta, presentada en el Concejo Deliberante de San Isidro, permitió a los presentes trasladarse por unos momentos al Delta del río Nilo.
Una travesía que la hicieron posible nueve mujeres que por amor a las culturas de los pueblos que en sus orillas florecieron, se embarcaron hace 10 años en la aventura de formar un grupo estable de Danza en San Isidro.
Cada una de ellas, como comentaba una de sus integrantes, Laura Oliva, al final del espectáculo, tienen vidas profesionales muy dispares, pero “la vida hizo que acabáramos bailando juntas”.
Un público de todas las edades, que como en otras ocasiones llenó la sala, siguió atento una representación dividida en varios actos. Las escenas trasladaban, con la ayuda de la palabra, la música y el movimiento de los cuerpos, a lugares remotos, a maneras de pensar distintas, a gestos y ritmos de otras tierras.
Fue un espectáculo que desde el primer momento intentaba huir de los estereotipos y de formas más occidentalizadas, para ir a buscar en las raíces de las tradiciones, la riqueza y la diversidad de unos bailes, llenos de historias y magia propias.
Así el espectador no solo admiró la gracia del bailar de unas mujeres, sino que pudo aprender y conocer un poco más sobre el folklore de unos pueblos del medio oriente que para estas bailarinas, como comentaba con apasionamiento Jimena Ríos, guardan vínculos con el suyo: “Somos mujeres de la zona, creemos que el río nos ha formado y decidimos unificar un poco esta idea del Delta del Nilo, para representarlo acá en la zona que está muy representada por el río”.
Este show fue una de sus primeras representaciones, guionada y coreografiada para ser presentada como espectáculo independiente. Una luz tenue, unos reflejos de lentejuelas, unas miradas seductoras, unas formas sinuosas, las sonrisas luminosas, el candor débil de unas velas, todo estaba dispuesto para mostrar y a la vez ocultar.
Siempre con la mujer, como eje y su fuerza natural desbordándose a cada gesto, individual o colectivo. Fuente de vida y a la vez símbolo de libertad, la danza es el vehículo perfecto y más internacional para hacer llegar sus saberes y valores.
Carla Domínguez, directora y coreógrafa del evento, bailó luciendo un feliz embarazo de pocos meses. Para ella lo importante ya sea recreando o inspirándose en danzas lejanas, es “contar algo” que muchas veces queda velado, como lo que unas mujeres cuentan cuando van con sus cántaros a la fuente, o que en el sur de Egipto, el pueblo nubio fue una sociedad liderada por mujeres reinas y que también en esas latitudes las jóvenes, ataviadas con sus pañuelos, bailan el rock.
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