Tal como informó el director nacional de Epidemiología, Jorge San Juan, hoy estamos en situación de epidemia de dengue; esto significa que el número de casos supera el esperado para esta época del año.
La situación es más preocupante porque no se alcanzó el pico de la epidemia; se espera un aumento del número de casos para Semana Santa y las dos primeras semanas de abril.
La radiografía actual se agrava si tenemos en cuenta que la infección por el virus del dengue produce aproximadamente entre el 30 y el 40% de casos sintomáticos (dengue clásico). El resto de las infecciones pasan oligosintomáticas (sólo fiebre) o asintomáticas.
Como consecuencia, las personas afectadas con las formas clínicas asintomáticas (u oligosintomáticas) no concurren a un centro de salud, o el virus pasa inadvertido y pueden transmitir la enfermedad, lo que hace prever un panorama aún más complicado.
Hoy se habla de la importancia de la descacharrización, y es una variable que no se puede omitir. Sin embargo, la única manera de detener esta situación alarmante es la fumigación para eliminar el mosquito adulto.
Hay dos tipos de fumigación: la sistematizada periódica y el tratamiento en foco. En la primera, se divide un territorio determinado en zonas críticas y no críticas y se establece un programa de fumigación sobre la base de las características de cada zona. El tratamiento del foco, por su parte, consiste en fumigar las cuatro manzanas -o un radio de 400 metros- que rodean la vivienda del caso sospechoso de estar infectado.
Ambas fumigaciones son imprescindibles durante todo el año, aunque con mayor intensidad en épocas de epidemia como la que estamos atravesando.
Ni el dengue ni la epidemia aparecen de un día para el otro. Por eso, es responsabilidad de las autoridades implementar programas de control en épocas epidémicas (meses de altas temperaturas) e interepidémicas (entre otoño y mediados de primavera).
En etapas epidémicas, el descacharrizado tiene una efectividad relativa. En este período hay que fumigar el mosquito adulto, eliminarlo y continuar con el uso del larvicida.
En períodos interepidémicos, los programas deben apuntar a uso de larvicidas y descacharrizado, o campañas de concientización de la población para eliminar criaderos.
Los descacharrizados tienen como objetivo reducir los criaderos. Los operativos se planifican en función de la información recopilada por la vigilancia o larvitrampas, que deben distribuirse por todo el territorio y controlarse una vez por semana.
La información de estas larvitrampas es fundamental: es un monitoreo de zonas críticas sobre las que se dirige la acción de descacharrización y es fuente de información de su evolución. Si hay mayor cantidad de Aedes aegypti (transmisor del dengue) u otra especie.
Así se obtiene un mapa de zonas, y sobre esa información se establecen políticas de fumigación geolocalizadas intensificadas en aquellos lugares en los que las larvitrampas muestran aumentos de mosquitos.
Durante los últimos 10 años, la comunidad científica aumentó el conocimiento sobre los principales aspectos que determinan la dinámica local del mosquito. Se trata de una información necesaria para la planificación de actividades de prevención y control que deben realizarse durante todo el año.
Es importante destacar que para evitar la situación a la que hemos llegado tienen el mismo grado de importancia los operativos realizados durante el período epidémico que los realizados durante el período interepidémico.
Sin embargo, durante 2015, las autoridades sanitarias nacionales no realizaron ninguno de estos programas de control, sobre todo el descacharrizado, aun cuando el invierno fue cálido y aumentó la cantidad de agua como consecuencia de la intensificación del régimen de lluvias. Ambas variables podían hacer prever un aumento de la densidad de mosquitos y, como consecuencia, de las enfermedades transmitidas.
* Director de Epidemiología de la Municipalidad de San Isidro; especialista en enfermedades infecciosas
(Fuente: Diario La Nación)
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