Antonio De Pasqua, director de Tercera Edad, resume: “Son dos actividades que se hermanan porque tienen que ver con el sentir de las tradiciones argentinas, por lo que muchos vienen a estas clases para disfrutar de la buena música”.
Mientras un grupo de abuelos sacuden sus cuerpos al ritmo del 2 x 4, De Pascua comenta que es tanto el entusiasmo que ponen los abuelos en aprender que los avances se notan rápidamente. “De estas clases se forma un grupo de baile que representa a Juventud Prolongada y actúa en jardines de infantes, escuelas y diferentes instituciones”.
Con una sonrisa Elena Ravasia, de 71 años, levanta sus manos y se deja llevar por la música. En un alto de la clase, cuenta que el folclore es una actividad que ocupa desde la mente hasta los pies, y al bailar y escuchar música se siente mejor. También explicó la sensación que le provoca participar del taller: “Puerto Libre es mi segunda casa, tengo compañeros excelentes y los profesores son maravillosos”.
En el salón de tango una pareja le saca viruta al piso. Ellos son Carlos Hernández, de 73 años, y Ester Castro, de 70. Él dice amar la pasión que envuelve al tango y que las clases están muy bien organizadas y se aprende rápido. Ella asegura que en cada encuentro todo es alegría, que los profesores tienen mucha paciencia al enseñar y que la integración es total.
Atenta a sus alumnos y explicando técnicas de baile, la profesora Sonia Cruz expresa que estas danzas representan una terapia para los abuelos de Puerto Libre: “Es increíble ver el entusiasmo que le ponen y como lo disfrutan”.
Al término de la clase Salvador Pastoriza, de 84 años, dejó un mensaje: “Estoy muy agradecido a Puerto Libre porque acá recuperé salud y me prolongó la vida. Me divierto, la paso bien, estoy muy feliz”.
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