Sobre una larga mesa los abuelos se inspiran dibujando y pintando guiados por la profesora Sandra Riegmer, quien expresó: “Aquí fomentamos la creatividad del alumno a partir de su imaginación”.
También comentó que en el taller se realizan artesanías con técnicas de reciclado, además de analizar diferentes etnias y orígenes de objetos artísticos.
Riegmer señaló que en el taller se vive un clima de trabajo y es admirable ver el compromiso y la pasión que ponen los abuelos por aprender. “El beneficio del arte para la gente de la tercera edad es que por un lado les abre la cabeza, y por otro se olvidan por un rato de los problemas y pequeños dolores. Es una buena forma para ayudar a mantener sana la mente”, comentó la profesora.
Rosa Sánchez concurre al curso desde hace siete años. Confiesa que sentía que tenía algo escondido dentro de ella y que necesitaba expresarlo a través del arte. “Acá además encontré un grupo de gente hermosa con el que nos contenemos mutuamente. Esta actividad es un cable a tierra para mí y llegué a crear cosas que jamás había imaginado”, dice la alumna.
Ester Broggi, a quien siempre le gustó dibujar, contó que aprendió diferentes técnicas y terminó pintando cuadros que los usa para decorar distintos ambientes de su casa. “A mi marido y a mis hijos les encanta la actividad que elegí”.
Aprender a pintar era una asignatura pendiente en la vida de Franca Andreolli, ya que “no sabía ni agarrar un pincel”, sostuvo. Mientras termina de dibujar el rostro de una mujer para luego colorearlo expresó: “Me gusta pintar paisajes, porque la naturaleza es mi vida. Recomiendo a las personas de la tercera edad que no se queden en la casa mirando las novelas de la tarde, que realicen una actividad como esta, ya que las hará sentir vivas”.
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