Matías Almeyda dejó el fútbol de forma prematura y cayó en una profunda depresión que duró cuatro años. “A veces pienso que ese momento lo sufrí por ser un egoísta. El futbolista está lleno de sueños y de objetivos que intenta cumplir, cuando no juega más, no queda nada de eso. Pasás de la hiperactividad a la inactividad absoluta, así me fui alejando de todos”
Su mujer, Luciana García Pena, asegura que no lograba reconocerlo durante esos años. “Sentía que él había dejado el fútbol pero el fútbol se había llevado toda su alegría, su espíritu, sus ganas de reír y de querer salir adelante. Empecé a hacer terapia y la psicóloga me dio un par de tips para poder manejar la situación y sacarlo adelante”
El ex futbolista cuenta que durante ese período se cuestionó todo, “al jugador de fútbol lo preparan desde chico para ser una máquina de generar plata y se olvidan de que hay un ser humano detrás de esa máquina, nadie te prepara para el momento del retiro”
Asegura que sus hijas fueron importantísimas para superar esta depresión, el quiebre lo hizo cuando su hija lo dibujó como un león viejo, enfermo, triste. “Ahí me cayó la ficha y empecé terapia”.
Cuando se recuperó decidió regresar a la cancha, “Cuando dije que volvía al fútbol a los 35 años, se rieron todos. Pero volví y demostré que todavía estaba para jugar, que me bancaba la cancha. Viví el fútbol como nunca antes, fue un hermoso desafío”
Hace un año renunció definitivamente a su carrera de jugador de fútbol para asumir la responsabilidad de ser el director técnico que rescatase a River del desenso, su mujer estuvo a su lado durante toda la difícil campaña y saltó al campo de juego para llorar con él cuando festejó el campeonato. “Yo puedo adaptarme a todos, el es mi mundo, y si estoy con él y mis hijas voy a ser feliz en cualquier lugar” (Fuente: Revista Hola)
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