En el Colegio Marín de San Isidro, Buenos Aires, se reunieron 2970 adolescentes de 5º y 6º año del secundario de todo tipo de realidades sociales que decidieron asistir al campamento Pascua Joven para vivir una Semana Santa más espiritual y comprometerse con el contexto al que pertenecen.
Pascua Joven es un clásico que lleva 24 ediciones. Organizado por el Equipo de Pastoral Juventud de San Isidro-, cada año aumenta el número de participantes “que buscan algo más¨ –según palabras de Francisco Peña, sacerdote organizador del encuentro-. Los chicos se van enterando de este campamento – convivencia por recomendación de amigos y a través de Facebook.
Hecho por jóvenes para jóvenes
Los jóvenes que asisten a Pascua Joven están en una edad en la que les toca enfrentar algunos cambios profundos talesl como terminar el colegio, ingresar a la universidad o conseguir su primer trabajo, lo que significa un paso importante hacia la adultez, que muchas veces provoca miedo e incertidumbre difíciles de enfrentar. En este sentido, el obispo de San Isidro, Monseñor Oscar Ojea, les dirigió unas palabras: “¿Cuántas veces nos sentimos no reconocidos, no valorados, que nuestros padres y seres queridos no están en el momento que los necesitamos? Aquellas cosas que nos duelen no nos gusta mirarlas de frente. Todos los seres humanos, pertenezcamos a la raza que pertenezcamos y tengamos la edad que tengamos, somos mendigos de amor, necesitamos que nos quieran y nos tengan en cuenta. Cuando nos damos cuenta de que no es así, esto nos hace sufrir, nos evadimos., nos escapamos.” Ojea también se refirió a las adicciones: “El alcohol nos hace evadir cosas que tenemos que enfrentar, porque el sufrimiento, sea del cuerpo, del alma o del corazón, pertenece a la vida humana y no podemos escapar de él.”
Camila Goncalvez de 16 años de edad había escuchado muchas anécdotas de Pascua Joven previo a venir: “Me intrigaba mucho vivir esta experiencia. Me gustaron especialmente los momentos de desierto y de estar sola. Quiero salir feliz de acá y poder usar lo que aprendimos para aplicarlo en mi familia. Me da ganas de compartir esta alegría.”
“Mi hermana vino hace algunos años -relata Magdalena Ladoux de 16 años-, y me contó que Pascua Joven la había ayudado para perseverar en la fe. Quiero valorar más lo que tengo, agradecer, saber pedir perdón, y poder reconocer cuando uno está mal y cuando está bien.”
45 organizadores, 107 servidores y 570 coordinadores conformaron un equipo que durante un año se reunió a pensar todos los detalles para acoger de la mejor manera a los casi 3000 adolescentes que optaron por transcurrir la Pascua de un modo diferente, reflexionando sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y cómo esto se traslada a la vida cotidiana.
El encuentro estuvo armado para que los chicos hicieran un proceso de reflexión y valoración de lo que viven. El Jueves Santo se los invitó a tomar conciencia de dónde vienen, a hacerse sus propias preguntas radicales y ver hacia dónde se dirigen. Ese día reflexionaron sobre las cosas que les dan felicidad hoy, sobre el valor del tiempo y del silencio, y sobre la connotación de “ser semillas”. El Viernes Santo, día de la crucifixión de Cristo, los jóvenes participantes meditaron individualmente en “desiertos” y luego compartieron en grupos sus reflexiones sobre qué era lo que les pesaba y tocaba cargar –en referencia a la cruz de Cristo-, y también con qué apoyos y ayudas podían contar. El Sábado Santo fue un día para comprometerse a poner manos a la obra, responsabilizarse e involucrarse con la realidad que les toca vivir. La vuelta a las casas se concretará el Domingo de Pascua al mediodía, con la idea de que cada chico comparta con su familia el último tramo de la Pascua y la experiencia vivida durante el campamento.
Finalmente, Ojea invitó a los jóvenes a comprometerse socialmente: “La Pasión de Cristo no fue escrita para conmovernos sino para transformarnos. Cristo atraviesa todo el sufrimiento humano. Lo que tenemos que ver en la cruz es el amor. Al adorar la cruz pensemos en nuestros hermanos, los que tenemos que servir, los que están en condiciones de indignidad, aquellos que podamos acompañar para que puedan recuperar su dignidad, su valor.”
Y nadie se quedó afuera
La intensa experiencia de participar en Pascua Joven se ha difundido año a año y, a pesar de ser una propuesta originaria de la Diócesis de San Isidro, está abierta a adolescentes de diferentes provincias y del extranjero. En esta oportunidad, asistieron chicos de Zona Norte, Capital Federal, Trenque Lauquen, Venado Tuerto, Tandil, Rosario, Coronel Suárez, Bella Vista, Carlos Casares, 9 de Julio, y de otros países tal como Estados Unidos, Panamá, México, Chile, Uruguay y Venezuela.
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